Ya No Soy ImberBe
Tenía como trece años cuando me vi al espejo y noté una sombra oscura entre mi nariz y mis labios, era un conjunto de vellos minúsculos que asomaban y que aún no merecían el nombre de bigote, a lo más de pelusa o pelusilla. Orgulloso de mi viril bigote (que entonces me agradó llamarle así), lo dejé y cada vez que me lavaba la cara, intentaba proporcionarlo de abundante líquido elemento con la intención de que creciera un poco o bastante más.
Mis quince años llegaron durante mi cuarto año de secundaria y una sombra de vellos un poco más oscura. Los compañeros del colegio ya habían empezado a rasurarse, siempre que uno se afeitaba todos lo veíamos raro durante clases hasta que alguien (el más lento) hacía la pregunta cuya obvia respuesta la hacía sinsentido "¿te has afeitado?", lo bueno era que daba pie a conversaciones de las más masculinas que podíamos imaginar nosotros púberes y pelusientos colegiales.
El primero en afeitarse el bigote fue Rafael, a pesar de que en realidad su bigotillo era el más corto de todos, un día de tercer año apareció con una curita pegada en la quijada y sin la sombrita del bigote, alardeaba de que como se había empezado afeitar, le iba a crecer cada vez más rápido y que pronto tendría tanta barba como Chuck Norris en Walker Texas Ranger.
La biblioteca era uno de mis lugares favoritos en el colegio, no sólo porque podía encontrar buenos libros para hacer mis tareas, sino porque en ella encontraba algunos libros para mis "lecturas personales", entre ellos un libro sobre sueños, de corte sicológico, en cuya portada había una pintura del infierno de la Divina Comedia. El bibliotecario del colegio era amigo mío y me decía siempre que debía afeitarme y que si no, él mismo lo haría con un pedazo de vidrio, la idea no me hacía mucha gracia, pero no lo iba a hacer sólo porque me lo pedía el campeón zonal de tai-chi.
Y continué mi protesta hippie por la libertad de mis bigotes durante mi quinto año de secundaria, la promoción ya se afeitaba, nadie quería lucir el ridículo bigote que en otrora tiempo nos hizo enorgullecer de nuestras incipientes hormonas masculinas en actividad. Yo le seguía fiel, resignándome a perder, a rebanar con una máquina desechable mi preciado bigote. Y teminé el año con mis pelusas, asistí a mi fiesta de graduación con la sombra oscura bajo la nariz, y ahora que veo las fotos pienso que una afeitada no me hubiera caído mal.
Hoy me veo al espejo cada mañana y me debo afeitar… cómo extraño ahora la imberbidad!!!!
Comentarios
También recuerdo cuando me afeité por primera vez, fue un acto casi ceremonial, dejaba de ser un niño y pasaba a ser un adolescente.
Cuántos recuerdos, gracias por traérmelos de vuelta =D
Saludos.
¿O la habrás cambiado a último momento para evitar pérdida de seguidores? xDDD
A ver si sigues escribiendo más seguido pues, tienes un blog entretenido.
saludos
un besote
Ha apreciacion personal no m gustan ver bigotes..algunas barbas avecs kedan bn pero noc pika ps:S
asi q mantente lampiño=P aunq t de pereza