No voy a la playa. No no y no.

No voy a la playa no no y no. Aunque ya nadie me lo pide, ya todos saben que la playa no está en mi lista de lugares favoritos de verano. No me gusta la playa por muchas razones.

No me gusta la playa por la arena pegada en todo mi cuerpo, porque detesto que una ola me coja desprevenido y luego tenga que tragar agua salada. No me gusta la insolación y el par de días de sufrimiento con la erisipela causada por el cada vez más cancerígeno sol que ataca sin piedad durante los veranos limeños. Detesto salir del agua con los bolsillos llenos de arena y vacíos cuando antes de entrar habían monedas. No me gusta porque una vez me peleé con unos hermanos que le tiraron barro a mi prima y luego yo hice lo mismo con uno de ellos y luego a correr y al fin me alcanzaron, eran dos grandulones contra un Otipicni de apenas 6 años y me dolió mucho la golpiza que me dieron. No me gusta la playa porque me da asco el pensar en la gente que orina en la playa y estoy seguro de que la gente lo hace porque (confieso) yo también lo he hecho. Detesto la playa porque cuando yo iba no había vestidores y tenía que cambiarme con el riesgo de que las niñas me vean (y seguro que ha sido así porque mamá no sabía cómo cubrirme bien con la toalla). No me gusta la playa porque siempre llevábamos uvas para comer y no es que no me gusten las uvas, sino que ellas se llenabas de arena por arte de magia y me las comía al tiempo que mascaba granos de arena salada. Porque así como las uvas, mis tallarines rojos o mi arrozcompollo también se llenaban de arena. Odio la playa por la cantidad de gente que hay y el exhibicionismo que involucra, hombres y mujeres plásticos luciendo el resultado del gimnasio, de pastillas, de tratamientos novedosos o de esas máquinas de hacer ejercicios que salen en la tele.

Sin embargo,
Me gusta la playa porque una vez me encontré dinero enterrado y sentí por primera vez la emoción de desenterrar un tesoro. Porque hacer castillos de arena a prueba de olas es una de mis pasiones, siempre me encantó hacer competencias de qué castillo resiste mejor el embate de las olas. Me gusta la playa por la vista del horizonte que se tiene. Me gusta la brisa marina y la paz que se tiene al observar la inmensidad del océano. Me gusta la playa porque por sus orillas he caminado con la chica que amo. Me debe gustar la playa porque a pesar de que este párrafo sea más corto que el anterior, siento que al final me he dado cuenta de que me gusta.


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