CamINoS yA cAmiNadOs
Tenía que ir a ver al dentista porque ya hacían varios días que debía hacerme una curación. Era un viernes, esos fríos viernes típicos del invierno de Lima, sí… esos que tienen un cielo gris y amanecen con una igualmente gris neblina que le da a las calles de José Gálvez un aspecto fantasmal. En los días así, en mi infancia, solía escuchar muy temprano al lechero tocando las botellas, al vendedor de tamales y una melodiosa antara o flauta de pan anunciando que un afilador de cuchillos andaba entre la espesa neblina.
Ese viernes intenté levantarme lo más temprano posible, bueno al menos intenté levantarme lo más temprano posible teniendo en cuenta que estoy de vacaciones. Estuve pues despierto a las 10 de la madrugada, listo para mi cita con el señor curamuelas. Primero tuve que ir al mercado donde mis padres trabajan para que me den algo de dinero para pagar mi consulta. Luego al fin rumbo al consultorio!!!. Caminar nuevamente por los caminos ya caminados, caminos que cuando chico recorría a diario para llegar al centro educativo inicial donde estudié.
El consultorio quedaba cerca a una iglesia, la iglesia de Nuestra Señora del Carmen. Pasé sin cuidado por la iglesia, pues quería hacer de mi visita al dentista lo más breve posible. Al llegar al consultorio encontré una nota en la puerta que decía “Hoy viernes 17 de agosto no atenderé porque estaré…” me contenté con ver el sello y firma del doctor para creer en el aviso, me di la media vuelta y regresé.
Frente a la iglesia hay una plaza cuyo nombre hasta ahora desconozco y no creo que alguien lo sepa, es una de esas plazas de las que a uno el nombre no le importa, sólo le importa jugar ahí, pasar el rato, pero el nombre le es tan importante como la música de moda para los venusinos. Bueno, y recordé que había hecho mi catequesis de primera comunión en el salón parroquial de esa iglesia y que en mis recreos jugaba a las chapadas en esa plaza. Empecé a caminar más despacio, vi la imagen de una virgen que siempre estaba triste y a la que alguna vez acudí porque me sentía como ella, triste. Vi la fuente siempre seca al centro y desde allí observé detenidamente la iglesia, recordé mi catequesis, mis amigos.
Continué mi camino por una estrecha y corta calle que apenas tiene tres cuadras. Al final de esa calle uno se encuentra con la librería del ya viejo señor Huertas y con el portón negro de mi Centro Educativo Inicial, El Glorioso 525. Apenas llegué me di con la sorpresa de que mi inicial, ahora tiene un nombre propio, o quién sabe si siempre lo haya tenido. Lo vi muy diferente, antes apenas tenía un piso techado con canelones, ahora tiene dos pisos techados y está completamente pintado de verde, le va muy mal ese color, pero bueno, rodeé el colegio con la ilusión de encontrar ese “bosque” que me gustaba visitar antes de ir a casa. Había ahí un manantial artificial y muchos caracoles. Me gustaba pegar unos cuantos (todos los que podía) en mi lonchera y otros cuantos en mi bolsillo (lo que mi bolsillo alcanzara) al llegar a casa mamá siempre me regañaba. A ella los caracoles le daban asco, a mí me fascinaban. Cuando al fin di la vuelta a la esquina del colegio, vi mi “bosque” más pequeño, más seco, con menos arbustos y ya sin manantial. ¡De seguro que no hay ningún caracol aquí!, me dije ¿qué es un “bosque” si no tiene caracoles?
Esos caminos tenían mis huellas
Ese viernes intenté levantarme lo más temprano posible, bueno al menos intenté levantarme lo más temprano posible teniendo en cuenta que estoy de vacaciones. Estuve pues despierto a las 10 de la madrugada, listo para mi cita con el señor curamuelas. Primero tuve que ir al mercado donde mis padres trabajan para que me den algo de dinero para pagar mi consulta. Luego al fin rumbo al consultorio!!!. Caminar nuevamente por los caminos ya caminados, caminos que cuando chico recorría a diario para llegar al centro educativo inicial donde estudié.
El consultorio quedaba cerca a una iglesia, la iglesia de Nuestra Señora del Carmen. Pasé sin cuidado por la iglesia, pues quería hacer de mi visita al dentista lo más breve posible. Al llegar al consultorio encontré una nota en la puerta que decía “Hoy viernes 17 de agosto no atenderé porque estaré…” me contenté con ver el sello y firma del doctor para creer en el aviso, me di la media vuelta y regresé.
Frente a la iglesia hay una plaza cuyo nombre hasta ahora desconozco y no creo que alguien lo sepa, es una de esas plazas de las que a uno el nombre no le importa, sólo le importa jugar ahí, pasar el rato, pero el nombre le es tan importante como la música de moda para los venusinos. Bueno, y recordé que había hecho mi catequesis de primera comunión en el salón parroquial de esa iglesia y que en mis recreos jugaba a las chapadas en esa plaza. Empecé a caminar más despacio, vi la imagen de una virgen que siempre estaba triste y a la que alguna vez acudí porque me sentía como ella, triste. Vi la fuente siempre seca al centro y desde allí observé detenidamente la iglesia, recordé mi catequesis, mis amigos.
Continué mi camino por una estrecha y corta calle que apenas tiene tres cuadras. Al final de esa calle uno se encuentra con la librería del ya viejo señor Huertas y con el portón negro de mi Centro Educativo Inicial, El Glorioso 525. Apenas llegué me di con la sorpresa de que mi inicial, ahora tiene un nombre propio, o quién sabe si siempre lo haya tenido. Lo vi muy diferente, antes apenas tenía un piso techado con canelones, ahora tiene dos pisos techados y está completamente pintado de verde, le va muy mal ese color, pero bueno, rodeé el colegio con la ilusión de encontrar ese “bosque” que me gustaba visitar antes de ir a casa. Había ahí un manantial artificial y muchos caracoles. Me gustaba pegar unos cuantos (todos los que podía) en mi lonchera y otros cuantos en mi bolsillo (lo que mi bolsillo alcanzara) al llegar a casa mamá siempre me regañaba. A ella los caracoles le daban asco, a mí me fascinaban. Cuando al fin di la vuelta a la esquina del colegio, vi mi “bosque” más pequeño, más seco, con menos arbustos y ya sin manantial. ¡De seguro que no hay ningún caracol aquí!, me dije ¿qué es un “bosque” si no tiene caracoles?
Esos caminos tenían mis huellas
Comentarios
De tanto en tanto visito tu blog, aunque no siempre alcanzo a comentar :S
Saludos.
Que le pasó al dentista, se murió o algo así?
Slaudos.
Gracias por la visita.
Slau2.