Bitácora de Viajero.

El bus-camión de partida, ese al que muchos de Uds. Le tenían fe de que fuera mi último transporte, fue extrañamente puntual al salir de la agencia de San Juan. Ya dentro sentía algo de emoción por separarme, después de mucho tiempo, de la panza de burro que nuestra Lima tiene por cielo.

La Panamericana Sur guiará la mayor parte de mi recorrido. Destino: Curahuasi. Ni bien pasan 20 minutos ya un charlatán está hablando “la alimentación en Lima” (la clásica sobre el chizito y todas esas cosas ricas) , “el Perú es rico”, “la maca se fue a Japón”, no hago caso de sus palabras, sólo me concentro en cómo el paisaje va cambiando lentamente a través de los cristales de la ventana. Lomas de amarillenta arena con un negro que pareciera dejado caer a propósito... el charlatán habla sobre enfermedades y muestra imágenes grotescas.... Vendía una crema (siempre venden algo no? ), esas que son buenas para todo tipo de enfermedades (muchos de estos charlatanes se exceden en prometer con sus pomadas, recuerdo uno que incluso decía que su ungüento prevenía del SIDA: increíble no?)

El vídeo que pusieron era de lo peor: “los cómicos ambulantes”. Ya ni las ventanas me dan nada bueno que ver, aunque mi vista se dirige a la cálida arena exterior no me doy cuenta de ello... y me hundo en mis pensamientos que vienen uno tras otro: inconexos, inconcluyentes; repaso aquellas cosas de las que tengo que pensar a fondo, pero ninguna se queda por más de algunos segundos. De rato en rato un mar gris se asoma, el horizonte no se distingue, el plomizo mar se confunde con la también gris massa de nubes que permanecen estáticas en todo el amplio cielo. Sólo los poblados que aparecen esporádicamente rompen la monotonía del paisaje.

Cambia el paisaje conforme el sol está por despedirse. Llegamos a Nazca retrazados (¡viva el Perú carajo!). Luego se vino la parte fea: el ascenso por serpenteantes caminos y en cada curva un abismo que amenaza y gustavo que ruega a Dios que no sea la última que vea en su vida, un gustavo que se orina de miedo por todo lo que cuentan de los bus camiones. Weno, así de susto en susto, se oscureció y ahora el problema era la altura, eso a lo que llaman soroche, me sentía morir en vida, un mentol chino me salvó esta vez. Aunque dormí poco, cuando llegué a Abancay siendo las tres de la madrugada sabía que lo peor había pasado. Las dos últimas horas no pude dormir, ya quería descanzar (me lo pedía de manera muy especial mis nalgas que ya luego de 19 horas de estar soportrándome se andaban quejando mucho).

Al fin llegué ps el martes. El azul intenso del cielo curahuasino me trajo los mejores recuerdos de mis viajes anteriores a esa maravillosa tierra. Y esta vez iba a ser más especial aún pues me habían prometido ir hasta Cusco y visitar Machu Picchu (se imaginarán ps que ya me había hecho ilusiones......) días después empezaría mi desilusión.

Para que entiendan les contaré que uno de los motivos de mi viaje era de construir una casa que están haciendo mis padres en un trozo que el anciano abuelo les regaló. No es muy grande el área de la casa (debe tener unos ... mmm..... 70 -80 m2). A mí me habían dicho que faltaba muy poco para acabarla. Lo cierto fue que me pasé NUEVE DÍAS de mis supuestas vacaciones ahí ayudando a terminar esa vendita casa (y le pongo "v" porque no quiero bendecirla de verdad) desde temprano en la mañana hasta terminada la tarde. Y entre esos días mi señor padre me dice que ya no vamos a ir a Cusco. Ni siquiera pude visitar a los familiares con quienes más quería conversar. Y por si fuera poco me traje de allá una leve tosesilla: y yo que viajé sano. E imaginar que iba a fortalecer mis pulmones , pues quienes me conocen saben que yo siempre me ando enfermando.... terminé tan agotado que creo que necesito vacaciones....

Pero no todo fue malo, no puedo negar que disfruté algunos días: la vez que visitamos los baños termales de Cconoc, la caminata que hicimos desde la chacra de mis tíos hasta el pueblo (un poco más de hora y media a pie: me encanta caminar, me hubiera gustado tener más caminatas...) Ah y no puedo olvidar la comida. El tarwi o tarhui (aunque en otras regiones le dicen chocho) es una especie de menestra amarilla, es como una lenteja grande pero amarilla, allá en el pueblo de mi progenitor lo cocinan molido, particularmente no me gusta mucho y ese fue el acompañante de todas las comidas(si excepción alguna) en todos los 11 días que pasé allá. Weno pero también probé manjares como el delicioso rocoto relleno (es lo máximo para mí), el carnero, el cuy, los chicharrones, arverjas recién cosechadas, el choclo fresco, ah sha y tb la trucha.

Otra de las buenas cosas fue el encuentro con algunos personajes que tengo como familiares pintorescos: el primo Wayo, que siempre está riéndose y pronuncia las palabras en castellano como le venga en gana; el tío pancho, que siempre me pregunta por “la situación” y nunca le entiendo a qué se refiere; la prima Evita, cuyo nombre es ese mismo diminutivo y mucha más gente que me cae bien chévere.

Así pasé once días alejado de la ciudad, aprendiendo mucho de las constumbres de allá, aprendí por ejemplo que si estoy en el mes de mi cumpleaños puedo detener la lluvia mostrando las nalgas desnudas al cielo (los invito a intentarlo, puede que funcione), aprendí que el techado de la casa aún es toda una ceremonia, aprendí que allá también hay gente relajada, que se puede hablar quechua y castellano en una conversación si darse cuenta, ese es Curahuasi, donde el chicharrón, el rocoto relleno, el estofado y los tallarines hechos en casa (el cual esta vez no pude probar) son lo mejor para festejar tu paladar, donde la gente es muy alegre y me atrevería a decir feliz, pues disfrutan los días en su trabajo, y lo hacen con ganas, alegría y con una sonrisa sincera; qué bueno haber encontrado gente así. Después de todo no fue tan malo. Cof Cof cof.